EL INGENIOSO
HIDALGO DON QVIXOTE
DE LA MANCHA
Compuesto por Miguel de Ceruantes
Saauedra.
(NOTA: Esta entrada va dedicada a los que, luego del terremoto que afectó
a Chile el último 27 de febrero, se enfrentan ya a alguna de las formas concretas
de los gigantes Molinos de Viento)
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Capitulo VIII
Del buen sucesso que el valeroso don Quixote
tuuo en la espantable y jamas imaginada
auentura de los molinos de viento, con otros
sucessos dignos de felice recordacion. 5
En esto descubrieron treinta o quarenta
molinos de viento que ay en aquel campo; y, assi
como don Quixote los vio, dixo a su escudero:
“La ventura va guiando nuestras cosas
mejor de lo que acertaramos a dessear; porque 10
¿ves alli, amigo Sancho Pança, donde se
descubren treynta, o pocos mas, desaforados
gigantes con quien pienso hazer batalla y
quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos
començaremos a enriquecer?; que esta es buena 15
guerra, y es gran seruicio de Dios quitar
tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.”
“¿Qué gigantes?”, dixo Sancho Pança.
“Aquellos que alli ves”, respondio su amo,
“de los braços largos; que los suelen tener 20
algunos de casi dos leguas.”
“Mire vuestra merced”, respondio Sancho,
“que aquellos que alli se parecen no son
gigantes, sino molinos de viento, y lo que en
ellos parecen braços, son las aspas, que, 25
bolteadas del viento, hazen andar la piedra del
molino.”
“Bien parece”, respondio don Quixote, “que
no estás cursado en esto de las auenturas:
ellos son gigantes, y si tienes miedo, quitate 30
PRIMERA PARTE, CAPITVLO VIII p. 115
de ahi, y ponte en oracion en el espacio que
yo voy a entrar con ellos en fiera y desygual
batalla.”
Y, diziendo esto, dio de espuelas a su cauallo
Rozinante, sin atender a las vozes que su 5
escudero Sancho le daua, aduirtiendole que
sin duda alguna eran molinos de viento, y no
gigantes, aquellos que yua a acometer. Pero
el yua tan puesto en que eran gigantes, que
ni (*) ohia las vozes de su escudero Sancho, ni 10
echaua de ver, aunque estaua ya bien cerca, lo
que eran; antes yua diziendo en vozes altas:
“¡Non fuyades, cobardes y viles criaturas;
que vn solo cauallero es el que os acomete!”
Leuantose en esto vn poco de viento, y las 15
grandes aspas començaron a mouerse, lo qual
visto por don Quixote, dixo:
“Pues aunque mouais mas braços que los
del gigante Briareo, me lo aueis de pagar.”
Y, en diziendo esto, y encomendandose de 20
todo coraçon a su señora Dulzinea, pidiendole
que en tal trance le socorriesse, bien cubierto
de su rodela, con la lança en el ristre, arremetio
a todo el galope de Rozinante, y enuistio
con el primero molino que estaua delante, y 25
dandole vna lançada en el aspa, la boluio el
viento con tanta furia que hizo la lança
pedaços, lleuandose tras si al cauallo y al
cauallero, que fue rodando muy mal trecho por el
campo. 30
Acudio Sancho Pança a socorrerle a todo el
correr de su asno, y, quando llego, hallo que
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no se podia menear: tal fue el golpe que dió
con el Rozinante.
“¡Valame Dios!”, dixo Sancho; “¿no le dixe
yo a vuestra merced que mirasse bien lo que
hazia, que no eran sino molinos de viento, y no 5
lo podia ignorar sino quien lleuasse otros tales
en la cabeça?”
“Calla, amigo Sancho”, respondio don
Quixote; “que las cosas de la guerra, mas que
otras, estan sujetas a continua mudança; 10
quanto mas que yo pienso, y es assi verdad, que
aquel sabio Freston que me robó el aposento
y los libros ha buelto estos gigantes en molinos,
por quitarme la gloria de su vencimiento:
tal es la enemistad que me tiene; mas, al cabo 15
al cabo, han de poder poco sus malas artes
contra la bondad de mi espada.”
“Dios lo haga como puede”, respondio
Sancho Pança.
Y, ayudandole a leuantar, tornó a subir sobre 20
Rozinante, que medio despaldado estaua; y,
hablando en la passada auentura, siguieron el
camino del puerto Lapice (*), porque alli dezia
don Quixote que no era possible dexar de
hallarse muchas y diuersas auenturas, por ser 25
lugar muy passagero, sino que yua muy
pesaroso por auerle faltado la lança, y,
diziendoselo a su escudero, le dixo:
“Yo me acuerdo auer leydo que vn cauallero
español, llamado Diego Perez de Vargas, 30
auiendosele en vna batalla roto (*) la espada,
desgajó de vna enzina vn pesado ramo o tronco,
PRIMERA PARTE, CAPITVLO VIII p. 117
y con el hizo tales cosas aquel dia, y machacó
tantos moros, que le quedó por sobrenombre
Machuca, y, assi, el como sus decendientes
se llamaron desde aquel dia en adelante
Vargas y Machuca (*). Hete dicho esto, porque 5
de la primera enzina o roble que se me depare
pienso desgajar otro tronco, tal y tan bueno
como aquel, que me imagino y pienso hazer
con el tales hazañas, que tu te tengas por bien
afortunado de auer merecido venir a vellas (*) 10
y a ser testigo de cosas que apenas podran
ser creydas.”
“A la mano de Dios”, dixo Sancho; “yo lo
creo todo assi como vuestra merced lo dize;
pero enderecese vn poco, que parece que va 15
de medio lado, y deue de ser del molimiento
de la cayda.”
“Assi es la verdad”, respondio don Quixote;
“y si no me quexo del dolor, es porque no es
dado a los caualleros andantes quexarse de 20
herida alguna, aunque se le (*) salgan las
tripas por ella.”
“Si esso es assi, no tengo yo que replicar”,
respondio Sancho; “pero sabe Dios si yo me
holgara que vuestra merced se quexara quando 25
alguna cosa le doliera. De mi se dezir que me
he de quexar del mas pequeño dolor que
tenga, si ya no se entiende tambien con los
escuderos de los caualleros andantes esso del
no quexarse.” 30
No se dexó de reyr don Quixote de la simplicidad
de su escudero, y, assi, le declaró que
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podia muy bien quexarse como y quando quisiesse,
sin gana o con ella; que hasta entonces
no auia leydo cosa en contrario en la orden de
caualleria. Dixole Sancho que mirasse que era
hora de comer. Respondiole su amo que por 5
entonces no le hazia menester; que comiesse
el quando se le antojasse.
Con esta licencia, se acomodó Sancho lo
mejor que pudo sobre su jumento, y sacando
de las alforjas lo que en ellas auia puesto, 10
yua caminando y comiendo detras de su amo
muy de su espacio (*), y de quando en quando
empinaua la bota, con tanto gusto, que le
pudiera embidiar el mas regalado bodegonero
de Malaga. Y en tanto que el yua de aquella 15
manera menudeando tragos, no se le acordaua
de ninguna promessa que su amo le huuiesse
hecho, ni tenia por ningun trabajo, sino por
mucho descanso, andar buscando las
auenturas, por peligrosas que fuessen. 20
En resolucion, aquella noche la passaron
entre vnos arboles, y del vno dellos desgajó
don Quixote vn ramo seco que casi le podia
seruir de lança, y puso en el el hierro que quitó
de la que se le auia quebrado. Toda aquella 25
noche no durmio don Quixote, pensando en
su señora Dulzinea, por acomodarse a lo que
auia leydo en sus libros quando los caualleros
passauan sin dormir muchas noches en las
florestas y despoblados, entretenidos con las 30
memorias de sus señoras.
No la passó ansi (*) Sancho Pança; que,
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como tenia el estomago lleno, y no de agua
de chicoria, de vn sueño se la lleuó toda, y
no fueran parte para despertarle, si su amo no
lo (*) llamara, los rayos del sol, que le dauan
en el rostro, ni el canto de las aues, que 5
muchas y muy regozijadamente la venida del
nueuo dia saludauan. Al leuantarse, dio vn
tiento a la bota, y hallola algo mas flaca que
la noche antes, y afligiosele (*) el coraçon, por
parecerle que no lleuauan camino de remediar 10
tan presto su falta. No quiso desayunarse don
Quixote, porque, como está dicho, dio en
sustentarse de sabrosas memorias.
Tornaron a su començado camino del puerto
Lapice, y a obra de las tres del dia le 15
descubrieron.
“Aqui”, dixo en viendole don Quixote,
“podemos, hermano Sancho Pança, meter las
manos hasta los codos en esto que llaman
auenturas. Mas aduierte que, aunque me veas en 20
los mayores peligros del mundo, no has de
poner mano a tu espada para defenderme, si
ya no vieres que los que me ofenden es canalla
y gente baxa, que en tal caso bien puedes
ayudarme; pero si fueren caualleros, en ninguna 25
manera te es licito ni concedido por las leyes
de caualleria que me ayudes, hasta que seas
armado cauallero.”
“Por cierto, señor”, respondio Sancho, “que
vuestra merced sea muy bien obedicido en 30
esto, y mas, que yo de mio me soy pacifico y
enemigo de meterme en ruydos ni pendencias;
DON QVIXOTE DE LA MANCHA p. 120
bien es verdad que en lo que tocare a defender
mi persona no tendre mucha cuenta con essas
leyes, pues las diuinas y humanas permiten
que cada vno se defienda de quien quisiere
agr[a]uiarle.” 5
“No digo yo menos”, respondio don Quixote;
“pero en esto de ayudarme contra caualleros,
has de tener a raya tus naturales impetus.”
“Digo que assi lo hare”, respondio Sancho,
“y que guardaré esse preceto tambien (*) como 10
el dia del domingo.”
Estando en estas razones, asomaron por el
camino dos frayles de la orden de San Benito,
caualleros sobre dos dromedarios, que no eran
mas pequeñas dos mulas en que venian. Traian 15
sus antojos de camino y sus quitasoles. Detras
dellos venia vn coche (*) con quatro o cinco de
a cauallo que le acompañauan, y dos moços de
mulas a pie. Venia en el coche, como despues
se supo, vna señora vizcayna que yua a Seuilla, 20
donde estaua su marido, que passaua a las
Indias con vn muy honroso cargo. No venian los
frayles con ella, aunque yuan el mesmo camino;
mas apenas los diuisó don Quixote, quando
dixo a su escudero: 25
“O yo me engaño, o esta ha de ser la mas
famosa auentura que se aya visto, porque
aquellos bultos negros que alli parecen deuen
de ser, y son, sin duda, algunos encantadores
que lleuan hurtada alguna princesa en aquel 30
coche, y es menester deshazer este tuerto a
todo mi poderio.”
PRIMERA PARTE, CAPITVLO VIII p. 121
“Peor sera esto que los molinos de viento”,
dixo Sancho. “Mire, señor, que aquellos son
frayles de San Benito, y el coche deue de ser
de alguna gente passagera. Mire que digo que
mire bien lo que haze, no sea el diablo que le 5
engañe.”
“Ya te he dicho, Sancho”, respondio don
Quixote, “que sabes poco de achaque de auenturas;
lo que yo digo es verdad, y aora lo veras.”
Y, diziendo esto, se adelantó y se puso en 10
la mitad del camino por donde los frayles
venian, y, en llegando tan cerca que a el le
parecio que le podrian oyr lo que dixesse, en
alta voz dixo:
“¡Gente endiablada y descomunal, dexad luego 15
al punto las altas princesas que en esse coche
lleuays forçadas; si no, aparejaos a recebir
presta muerte por justo castigo de vuestras
malas obras!”
Detuuieron los frayles las riendas, y 20
quedaron admirados, assi de la figura de don
Quixote como de sus razones, a las quales
respondieron:
“Señor cauallero, nosotros no somos endiablados
ni descomunales, sino dos religiosos de 25
San Benito que vamos nuestro camino, y no
sabemos si en este coche vienen o no ningunas
forçadas princesas.”
“Para conmigo no ay palabras blandas; que
ya yo os conozco, fementida canalla”, dixo 30
don Quixote.
Y, sin esperar mas respuesta, picó a
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Rozinante y, la lança baxa, arremetio contra el
primero frayle, con tanta furia y denuedo, que
si el frayle no se dexara caer de la mula, el
le hiziera venir al suelo mal de su grado, y
aun mal ferido, si no cayera muerto. 5
El segundo religioso, que vio del modo que
tratauan a su compañero, puso piernas al
castillo de su buena mula, y començo a correr por
aquella campaña, mas ligero que el mesmo (*)
viento. 10
Sancho Pança, que vio en el suelo al frayle,
apeandose ligeramente de su asno, arremetio
a el y le començo a quitar los habitos.
Llegaron en esto dos moços de los frayles, y
preguntaronle que por qué le desnudaua; 15
respondioles Sancho que aquello le tocaua a el
ligitimamente (*), como despojos de la batalla
que su señor don Quixote auia ganado. Los
moços, que no sabian de burlas, ni entendian
aquello de despojos ni batallas, viendo que ya 20
don Quixote estaua desuiado de alli, hablando
con las que en el coche venian, arremetieron
con Sancho, y dieron con el en el suelo, y sin
dexarle pelo en las barbas, le molieron a cozes,
y le dexaron tendido en el suelo, sin aliento 25
ni sentido; y, sin detenerse vn punto, tornó a
subir el frayle todo temeroso y acobardado y
sin color en el rostro, y quando se vio a
cauallo, picó tras su compañero, que vn buen
espacio de alli le estaua aguardando y esperando 30
en que paraua aquel sobresalto; y, sin querer
aguardar el fin de todo aquel començado
PRIMERA PARTE, CAPITVLO VIII p. 123
sucesso, siguieron su camino, haziendose mas
cruzes que si lleuaran al (*) diablo a las
espaldas.
Don Quixote estaua, como se ha dicho,
hablando con la señora del coche, diziendole: 5
“La vuestra fermosura, señora mia, puede
fazer de su persona lo que mas le viniere en
talante, porque ya la soberuia de vuestros
robadores yaze por el suelo, derribada por este
mi fuerte braço; y, porque no peneys por saber 10
el nombre de vuestro libertador, sabed que yo
me llamo don Quixote de la Mancha, cauallero
andante y auenturero (*), y cautiuo de la sin
par y hermosa doña Dulzinea del Toboso; y en
pago del beneficio que de mi aueys recebido, 15
no quiero otra cosa sino que boluays al Toboso
(*), y que de mi parte os presenteys ante
esta señora y le digays lo que por vuestra
libertad he fecho.”
Todo esto que don Quixote dezia, escuchaua 20
vn escudero de los que el coche acompañauan,
que era vizcayno; el qual, viendo que
no queria dexar passar el coche adelante, sino
que dezia que luego auia de dar la buelta al
Toboso, se fue para don Quixote, y, asiendole 25
de la lança, le dixo en mala lengua castellana
y peor vizcayna, desta manera:
“Anda, cauallero, que mal andes; por el
Dios que criome, que, si no dexas coche, assi
te matas como estás ahi vizcayno.” 30
Entendiole muy bien don Quixote, y con
mucho sossiego le respondio:
DON QVIXOTE DE LA MANCHA p. 124
“Si fueras cauallero, como no lo eres, ya yo
huuiera castigado tu sandez y atreuimiento,
cautiua criatura.”
A lo qual replicó el vizcayno:
“¿Yo no cauallero? Iuro a Dios tan mientes 5
como christiano. ¡Si lança ar[r]ojas y espada
sacas, el agua quán presto veras que al gato
lleuas! (*). Vizcayno por tierra, hidalgo por mar,
hidalgo por el diablo, y mientes que mira si
otra dizes cosa.” 10
“¡Aora lo veredes, dixo Agrages! (*)”,
respondio don Quixote. Y ar[r]ojando la lança en
el suelo, sacó su espada y embraçó su rodela,
y arremetió al vizcayno con determinacion de
quitarle la vida. 15
El vizcayno, que assi le vio venir, aunque
quisiera apearse de la mula, que, por ser de
las malas de alquiler, no auia que fiar en ella,
no pudo hazer otra cosa sino sacar su espada;
pero auinole bien que se halló junto al coche, 20
de donde pudo tomar vna almohada que le
siruio de escudo, y luego se fueron el vno
para el otro, como si fueran dos mortales
enemigos. La demas gente quisiera ponerlos en
paz; mas no pudo, porque dezia el vizcayno 25
en sus mal trauadas razones, que si no le
dexauan acabar su batalla, que el mismo auia de
matar a su ama y a toda la gente que se lo
estoruasse. La señora del coche, admirada y
temerosa de lo que veia, hizo al cochero que 30
se desuiasse de alli algun poco, y desde lexos
se puso a mirar la rigurosa contienda, en el
PRIMERA PARTE, CAPITVLO VIII p. 125
discurso de la qual dio el vizcayno vna gran
cuchillada a don Quixote encima de vn ombro,
por encima de la rodela, que, a darsela sin
defensa, le abriera hasta la cintura. Don Quixote,
que sintio la pesadumbre de aquel desaforado 5
golpe, dio vna gran voz, diziendo:
“¡0 señora de mi alma, Dulzinea, flor de la
fermosura, socorred a este vuestro cauallero,
que, por satisfazer a la vuestra mucha bondad,
en este riguroso trance se halla!” 10
El dezir esto, y el apretar la espada, y el
cubrirse bien de su rodela, y el arremeter al
vizcayno, todo fue en vn tiempo, lleuando
determinacion de auenturarlo todo a la de vn gol[pe]
solo (*). El vizcayno, que assi le vio venir 15
contra el, bien entendio por su denuedo su coraje,
y determinó de hazer lo mesmo (*) que don
Quixote; y, assi, le aguardó bien cubierto de
su almohada, sin poder rodear la mula a vna
ni a otra parte, que ya, de puro cansada y no 20
hecha a semejantes niñerias, no podia dar vn
passo.
Venia, pues, como se ha dicho, don Quixote
contra el cauto vizcayno, con la espada en
alto, con determinacion de abrirle por medio, 25
y el vizcayno le aguardaua ansi mesmo (*),
leuantada la espada y aforrado con su almohada,
y todos los circunstantes estauan temerosos
y colgados de lo que auia de suceder de
aquellos tamaños golpes con que se 30
amenazauan; y la señora del coche y las demas
criadas suyas estauan haziendo mil votos y
DON QVIXOTE DE LA MANCHA p. 126
ofrecimientos a todas las imagenes y casas de
deuocion de España, porque Dios librasse a su
escudero, y a ellas, de aquel tan grande
peligro en que se hallauan.
Pero está el daño de todo esto que (*) en este 5
punto y termino dexa pendiente el autor desta
historia esta batalla, disculpandose que no
halló mas escrito destas hazañas de don Quixote,
de las que dexa referidas. Bien es verdad que
el segundo autor (*) desta obra no quiso creer 10
que tan curiosa historia estuuiesse entregada
a las leyes del oluido, ni que huuiessen sido
tan poco curiosos los ingenios de la Mancha,
que no tuuiessen en sus archiuos o en sus
escritorios algunos papeles que deste famoso 15
cauallero tratassen, y, assi, con esta imaginacion,
no se desesperó de hallar el fin desta apazible
historia, el qual, siendole el cielo fauorable, le
halló del modo que se contará en la segunda
parte. 20
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