lunes, 22 de junio de 2009

MARCELO LILLO: TERREMOTO Y NIEBLA


MARCELO LILLO: TERREMOTO Y NIEBLA


Por K. Ramone


La prosa en Chile suele ser mediocre, y sus autores, obviamente, justificadamente mediocres. Hay —pero acá nombraré sólo a muertos— excepciones: Droguett siempre, a veces y a ratos Rojas, las pocas veces que pudo la Bombal, Emar cuando legible e ilegible. Sobre todo Roberto Bolaño. Pero ninguno de ellos es chileno o chilena en estricto rigor; no podríamos ser tan caraduras. Bueno, digamos que pueden ser chilenos, pero no siempre (por último, discutamos qué es esa copia/plagio feliz del Edén llamada Chile/chilenidad: lo vago con grado de absoluta chilenidad). Chile no luce narradores con la fuerza con que enarbola poetas. A diferencia de Argentina, por ejemplo, tiene escasos prosistas de alto nivel; pero de repente aparecen, con la regularidad de un terremoto y con la misma capacidad de movernos el piso. Cuando eso ocurre, dan ganas de agradecer. No todo estaba perdido y hay editoriales que cada tanto apuestan por la literatura de verdad. Así ocurrió con Bolaño. Lo leemos; nos asombramos; seguimos de asombro en asombro; después muere. Algo no muere con Bolaño, pero él muere en lo luctuoso de tal verdad. Luego, otra vez, la nada. Hasta que aparece, ahora, Marcelo Lillo.

Marcelo Lillo es un buen escritor porque cumple con el deber que tiene que guiar a un escritor: ser primero un buen lector. No es necesario ser escritor para ser un buen lector; sin embargo, no se puede ser al mismo tiempo un mal lector y un buen escritor. Habrá excepciones, pero ya conocemos la fábula de las excepciones y las reglas. Lillo lee a Poe, Joyce, Lowry, Capote, Hemingway, Borges, DeLillo, Salinger, sobre todo a Carver, entonces a Cheever y entonces a Chejov. Y a Bolaño. Y se nota y se agradece. Los escritores chilenos no suelen leer a esos autores; hablamos de lecturas de verdad. Suelen pasar por las páginas, para después volver a la misma listita repetida ya por más de una generación de cuentistas y novelistas chilenos. Y se nota y por dios que asquea.

Desde Bolaño que no tenía la oportunidad de agradecer la llegada de un escritor de verdad. Lo curioso es que ambos, Bolaño y Lillo, llegaron vía Europa; en ambas vidas aparece un insensato buen ojo de apellido Echevarría; a ambos los publicaron en España antes que en Santiago. Pero Lillo vive en el sur de Chile, en Niebla, nombre que, como un signo, evoca uno de los títulos mayores de Carver. Lillo me gusta, escribe condenadamente bien. Lillo ama a Carver y es un amor correspondido; y además son distintos y eso es mejor. Su línea, que remite al Carver traducido al español, se agradece, ya que no se queda ahí y sitúa la densidad fría —aunque no inmisericorde— de ese tono y esa épica miserable y cotidiana en otra realidad, la de Lillo, la de un escritor que se sabe tal y actúa en consecuencia, provisto de la seriedad y el humor del caso. Lillo es un boxeador de verdad, un guapo, un tipo tierno también (ya dije que es un boxeador de verdad). No se asombra con huevadas. Marcelo Lillo es todo lo que se ha dicho de él, aunque es más. Respira, toma pisco sour, opina, tiene una colt 45 con forma de destino o de desvío, y una casa con ventanas y perro, y rendijas por donde entran y salen cosas. No viene a vender la pomada ni a autovendérsela. Tiene ego, pero un ego que habla desde un oficio serio; tiene ego, y qué bien que lo tenga, pues el ego es necesario cuando sirve al oficio y la rigurosidad. Tiene ego y tiene sobre todo el derecho a tenerlo. Si a eso le añadimos una técnica, un conocimiento rico de los ritmos y quiebres narrativos, una distancia necesaria respecto de sus personajes y una deriva ácida que los habita, en fin, un manejo del relato que nos golpea en pleno mentón y nos deja tomar aire y luego nos vuelve a pegar en cada costilla y cada músculo, entonces estamos hablando de un escritor de verdad.



Marcelo Lillo ha publicado El Fumador y otros relatos, y ahora, este mes, Gente que Baila Sola, su segunda colección de cuentos. Ya vendrá su primera novela, al parecer el año que viene. No sé si habrá Marcelo Lillo para rato —pues uno ni siquiera sabe si habrá mundo o habrá ganas de estar en el mundo por mucho rato—, pero sí sé que ahora hay Marcelo Lillo y es algo que agradezco, que agradezco de verdad.




___________________________________________________________________




miércoles, 3 de junio de 2009

TRABAJO INÉDITO DE MARIO SANTIAGO PAPASQUIARO


TRABAJO INÉDITO
DE
MARIO SANTIAGO PAPASQUIARO



Tenemos el honor y el placer de ofrecer, a los fieles y tercos amigos que visitan este rincón, un trabajo inédito del gran Poeta mexicano, Infrarrealista, cojonudo y consecuente, Mario Santiago Papasquiaro.


Se trata de una versión de un poema de otro grande, William Wantling (que no se nos espante Bukowski/Chinaski); este puñetazo luminoso es un trabajo de inmensa calidad y nos recuerda, de paso, que el púgil Santiago Papasquiaro fue, primero, un gran lector. El riesgo de la poesía, camino que Mario recorrió sin reparar en funcionarios semáforos —siempre listos para poner la luz roja—, no es concebible a tamaña escala vital sin que haya primero un lector inteligente, atento, crítico, sobre todo siempre niñamente curioso.


Este regalo se lo debemos a una mujer excepcional en sí misma, una mujer con mayúsculas, un amigota de lujo para quienes somos sus amigos, una mujer que entiende de historias e Historia y cree, sobre todo, en la honestidad y en la memoria: Rebeca López, que además de lo que es y junto a lo que viene siendo, es, no la viuda, sino la compañera de Mario Santiago Papasquiaro. Dan ganas de gritar ¡VIVA MÉXICO!


Hace unas semanas, hurgando por aquí por allá, se encontró con la traducción-versión-interpretación del poema de Wantling. Extraemos algunas palabras de Rebeca en que nos cuenta del hallazgo:


`Sobre la traducción de Santiago al poema de Wantling... te cuento que lo encontré en una hojita mecanografiada que está a punto de deshacerse (es de esas delgaditas que se usan para escribir cartas y que no pesan mucho en el sobre); tiene la friolera de treinta y tres años (la hojita). Santiago escribió esa versión en agosto de 1975 cuando tenía 21 años. Sobre el título original de ese poema de Wantling, no sé cuál habrá sido, en la hoja dice hasta arriba y con mayúsculas: UN POEMA DE WILLIAM WANTLING (1933), eso está tachado con tinta azul y luego está en manuscrito también con tinta azul "Gregory Corso se confiesa & hasta el viento habla"...`

Ahora, el que crea en brujos que se atreva al gusto de abrazar a Mario en la lectura siempre nutritiva de su trabajo.

K. Ramone




_______________________________

Un poema de William Wantling, traducido por Mario Santiago Papasquiaro:



Gregory Corso se confiesa & hasta el viento habla




(Versión de MS a un poema de William Wantling)


Parece como si me hubiera pasado la vida en 1 campo enemigo
Hace dos meses que salí libre de las cavernas de San Quintín
-después de cinco años & medio-
& me vine a estas aldeas / con mi morral de inexistencias
para andar por donde quiera & escribir
Ya tengo dos meses por aquí
& no he oído nada de Gerry Mulligan o Jimmy Guffre
-ni siquiera por la radio-
La raza se ha vuelto insensible
o este es el fin de los jazzistas caníbales
No sé, no sé
la gente me mira raro, chistoso,
cuando doy vuelta parloteando
obscenidades en voz alta.
Los burdeles están cerrados desde 1953;
& cuando me acerco a alguna niña
con ganas de plantarle 1 mordisco
ella me mira de arriba a abajo
& me pregunta si no he consultado
a 1 siquiatra para poner en orden
mis problemas sexuales.
La muchachada definitivamente no entiende mi juego.
Ni 1 flirt fugaz con la diosa mariguana
en 1 semana que parece medida con el tiempo de la luna.
Nadie por aquí sabe el coeficiente mental que se logra en el país del peyote
/ confundirlo con 1 tinte para el cabello?
confundir el jugo de naranja con el orín del diablo?
Los policías son educados
& los negros humildes
No resisto la idea de moverme lo más lejos posible
El próximo campo enemigo / tal vez










________________________________________







Para José Luis Colín