lunes, 24 de diciembre de 2007

OMAR LARA, HABITANTE DE PORTOCALIU, POETA MAYOR



Para este blog es un honor poder, a modo de sencillo, pobre, pero sincero homenaje, dedicar esta semana a Omar Lara, un poeta mayor, reciente ganador del Premio Casa de América de Poesía Americana, Madrid 2007, y Premio Internacional de Poesía/Trieste, Italia 2007. Nacido en la zona de Nueva Imperial en 1941, es un maduro joven poeta. Podríamos hablar horas sobre Omar Lara y, estamos ciertos, faltaría tiempo, espacio, adjetivos para calificarlo y ponderarlo en su justa medida. En 1964 funda el Grupo Trilce de Poesía, uno de los hitos en la historia de la poesía chilena, y la Revista Trilce, que ya va en su tercera hermosa época.
Ha publicado, entre una larga lista, los libros de poemas: Argumento del día (1964); Los Enemigos (1967); Serpientes (1974); El viajero imperfecto (1979); Fugar con juego (1984); Jugada Maestra (1998); Vida probable (1999) y Bienvenidas calles del Perú (2001), Voces de Portocaliu (2003), Papeles de Harek Ayun (2007).


Otras distinciones recibidas por Omar son: Premio Concurso de Poesía, I. Municipalidad de Valdivia, 1967 y 1969; Premio Cuento Concurso Zona Sur, U. Austral, Valdivia, 1969; Primer Premio Poesía Concurso Zona Sur U. Austral, Valdivia 1969; Premio Municipal de Extensión Cultural, Valdivia, 1972; Premio de Poesía Casa de las Américas, La Habana, 1975; Premio Internacional Fernando Rielo, por traducción de El Ecuador y los Polos, poemas de Marin Sorescu, Madrid, 1983; Beca de Creación de la Fundación Guggenheim, 1983; Premio Municipal de Arte, Concepción, 1992; Diploma de reconocimiento como Director de la Revista TRILCE, Universidad Mayor, Santiago, febrero de 1999; Medalla Mihai Eminescu, Rumanía, 2001 (la más alta condecoración cultural para extranjeros que concede el gobierno rumano); Medalla Presidencial Centenario Pablo Neruda, 2004; Premio Regional de Artes Literarias "Baldomero Lillo", Concepción, 2004; Premio de la Sociedad de Escritores de Chile como Director de la Revista Trilce, 2006; Primer Premio Concurso Nacional de Poesía Fernando Santiván. Valdivia, 2007.
Hablamos de un gran poeta chileno que, al parecer (producto de una mediocre característica de la historia literaria de este país), ha sido mejor valorado en el extranjero. Sin embargo, goza del respeto de sus pares, de los lectores que saben valorar una poesía de peso, trascendente, no peregrina ni basada en el efectismo.
Omar Lara, que conoció cárcel y exilio, que es profundamente humanista y solidario, es además un constante promotor y gestor de actividades culturales. Es, Omar, por sobre todas las cosas, un hombre bueno, una persona hermosa. Eso, además de las literaturas y de la literatura, es un regalo de inconmensurable valor para quienes tenemos el gusto de conocerlo.
Disfruten el video en que Omar lee su emblemático Encuentro en Portocaliu (sin duda uno de los mejores poemas en lengua castellana de todos los tiempos) y los demás trabajos que hemos seleccionado.





Festival de poesía, Medellín.



ENCUENTRO EN PORTOCALIU

En ese tiempo yo corría detrás de una sombra.
Desde el décimo piso en el barrio de Drumul Taberei
yo miraba a través de una niebla caliente,
a través de una humedad humosa,
a través de las reverberaciones de agosto
una figura venía caminando
desde la parada de autobuses.
Una figura parecía dirigirse hacia mí,
yo la veía perfectamente desde el décimo piso
en el barrio de Drumul Taberei:
era la odiada figura conocida,
su aborrecible rostro estaba ahí y su pelo
que el sol no incendiaba y con él todo su cuerpo.
Yo miraba petrificado la escena,
los indolentes pasos y su entorno:
árboles, cosas en movimiento, el asfalto que el sol ondulaba.
Yo miraba esa escena con su centro precioso...


En esos tiempos yo escribía un poema titulado
"Encuentro en Portocaliu",
era necesario encontrarme rápidamente
porque -pensaba yo- ¿la poesía para qué puede
servir sino para encontrarse?
Eso fue después de escribir muchas cartas
preguntando
¿dónde estoy? Nadie sabía donde estaba
y no podían decírmelo,
de modo que empecé a decir a diestra y siniestra
protégeme con algo el corazón.


Protégeme con algo el corazón
seguía repitiendo
y como no me entendían
empecé a escribir unos poemitas insidiosos
relativos al río Dimbovitza,
relativos a la columna del infinito,
relativos al plan quinquenal.
Hasta que un día en Portocaliu.


Un día en Portocaliu
(en Portocaliu hay un sol amarillo como cáscara de naranja)
una tarde en Portocaliu
(en Portocaliu hay unos grandes pájaros con dos patas
larguísimas y picos en forma de corazón)
una noche en Portocaliu
(estaba escrito que no te encontraría
en Portocaliu
pero guardo el recuerdo de esa espera y huellas
de picotazos en forma de corazón).
***
LA PRIMAVERA DE CHILE

Vengo de la primavera de Chile.
Por entre las rejas de las cárceles
se ve el verde magnífico.
El campo está cubierto de margaritas
y en las tardes el río es una maravilla
que se estira hacia el mar, lleno de luces
agotándose entre los sauces y las sombras.
En los campos los manzanos floridos.
En los potreros la alfalfa jugosa.

Ah la primavera de Chile.

Vi a varios amigos míos
bajo el suave sol de noviembre
y los vi por última vez.
Los asesinaban en el alba
cuando el amante furtivo
se despide entre los cerezos.
Los asesinaban en el crepúsculo
cuando el aroma del aromo
se disemina entre la sombra.

Ay la primavera de Chile.
***
COMO UN NIÑO DE NADIE

Parece que te sigo como un niño de nadie
por las orillas de ese mar casi muerto
con la sospecha de que el mar eres tú
el descanso, la paz,
la invitación sin fondo.


Yo te veo como si fueras un recuerdo
un recuerdo de nadie
para un niño de nadie.
***



ESTE SILENCIO

Este silencio no nos pertenece
nadie ha deseado este silencio
nadie ha pedido este silencio
este silencio se equivocó de mesa
se equivocó de miedo
se equivocó de dolor.

***

TOQUE DE QUEDA

Quédate
Le dije
Y
La toqué.

***

sábado, 22 de diciembre de 2007

BITÁCORA DE VIAJE A LA CIUDAD DE CURICÓ EN RUINAS




La noche es disciplinadamente insomne y hay un mundo goteado de mundos que la habita.
Los terminales de buses son mundos goteados como suero amargo y triste y bullicioso en las venas negras del mundo
sus códigos de fracaso, sus estilos de gente rumbo a la muerte, sus argumentos de fuerza como pájaros atravesados por la palabra suelo
lo mismo que las cárceles
donde mujeres y hombres esperan, esperan algo, esperan, esperan algo.
Los perros que viven en los terminales se comportan más educadamente que esas criaturas agredidas por una condición, la de seres humanos,
nombre a veces inmerecido por ser demasiado digo yo
digo yo merecido a veces por ser demasiado.
Llegan algunos de esos seres a dormir.
Pero yo opto por (intentar) mantenerme despierto.
Me pregunto ¿puede alguien realmente mantenerse despierto?
Me pregunto ¿puede alguien mantenerse realmente despierto en este mundo?
Me pregunto, y es esto lo que me pregunto,
¿puede alguien mantenerse despierto en este mundo realmente?
Veo rostros atados de pies y manos a las caras.
Es probable, me digo, que alguno de ellos sea escritor. Qué terrible
qué terrible
qué terrible es todo, ¿verdad?
Repítelo:
Es probable, me digo, que alguno de ellos sea escritor
y se encuentre escribiendo la Bitácora de Viaje a una Ciudad en Ruinas.
Un alto en el camino, un alto en realidad
en el largo pasillo que contiene los andenes de este terminal de buses:
Jünger, Ernst Jünger, el soldado que vivió muchos años y escribía,
recorrió seguramente muchas ciudades y un sinfín de pequeños pueblos arrasados por las bombas, convertidos en escombros,
hediendo a cadáveres esparcidos
o apilados en espera del lanzallamas que los incineraría. Ahora
Jünger soy yo.
Ahora, soy yo el que corona el racimo invertido de cadáveres desojados ojo a ojo por los buitres
y deshojados al modo de árboles colgando cabeza abajo
con las raíces enganchadas al reverso del suelo. Lo que veo arder ahora
es la misma llama que recién empieza a arder mañana. Entre los árboles chamuscados en la noche
entre los árboles del bosque chamuscado en que los años convirtieron a este terminal
entre los pedazos chamuscados de árboles que es lo único en pie después de que todo pereciera
en medio de los negros chamuscados cadáveres de árboles crecidos y luego muertos
después de muertos todos los terminales de buses del mundo
entre lo que queda ahora
estoy quedando yo o mi fantasma o qué sé yo
pues uno que es fantasma desde siempre no sabe cuándo se empieza a ser fantasma
vigilando el atardecer de los últimos minutos del planeta.
Un bus, viene un bus.
Ahí me veo, estoy descendiendo. Me miro, me reconozco, lo que significa que percibo
que no soy Borges, que el sólo hecho de mirarme cara a cara lo demuestra.
Un bus, viene un bus.
Ahí me veo, estoy descendiendo lentamente desde el último bus.
Un bus, viene un bus.
Ahí me veo, estoy descendiendo de nada
porque ya lo había dicho
acá sólo hay árboles chamuscados en el atardecer de Curicó
el constante atardecer de los últimos minutos del planeta.

K. Ramone. Diciembre, 2007
(Este poema pertenece al libro Los Escombros de un Actor Porno, Ed. LAR, 2009)

jueves, 13 de diciembre de 2007

"EL PADRE" (otro breve gran cuento de Raymond Carver)

Este cuento es bastante breve y bastante bueno como para alargar una pesada introducción. Digamos sólo que la versión que leerán también nos pertenece y, al igual que que con Mecánica Popular, hemos procurado hacerla más fiel o más digna del tono, ritmo y tipo de construcción de frases de Carver. La traducción de Anagrama tiene el no menor menor mérito de haber traído a Carver a nuestro idioma, y eso por sí mismo se agradece (como hay que agradecer la mayoría de las ediciones de esa casa editorial); sin embargo, aunque correctas, sus traducciones no se condicen siempre con la forma de contar, de armar la línea, de Raymond Carver.

Vamos al cuento, hacia la atmósfera carveriana.



EL PADRE
por Raymond Carver

El bebé estaba en una cuna junto a la cama, vestido con gorro blanco y un pilucho. La cuna había sido pintada recientemente, atada con cintas azul cielo y acolchada con un cubrecama azul. Las tres hermanitas y la madre, que se había levantado recién y aún no despertaba por completo, y la abuela, rodeaban todas al bebé, viendo cómo miraba fijamente y a ratos llevaba su puño a la boca. No sonreía ni reía, pero de vez en cuando pestañeaba y sacaba y metía la lengua a través de sus labios cuando una de las niñas le pasaba la mano por la barbilla.
El padre estaba en la cocina y podía oírlas jugando con el bebé.
— ¿A quién quieres tú, bebé? —dijo Phyllis y le hizo cosquillas en la barbilla.
— Él nos quiere a todos —dijo—, pero a quien en realidad quiere es a papá, ¡porque papá es un niño también!
La abuela se sentó sobre el borde de la cama y dijo:
— ¡Miren su bracito! Tan gordo. ¡Y esos deditos! Como los de su madre.
— ¿No es encantador? —dijo la madre—. Tan sano, mi niñito —y se inclinó sobre la cuna, besó al bebé en la frente y tocó la frazada sobre su brazo—. Nosotros también te amamos.
— ¿Pero a quién se parece, a quién se parece? —gritó Alice, y todas se acercaron alrededor de la cuna a ver a quién se parecía el bebé.
— Tiene bonitos ojos —dijo Carol.
— Todos los bebés tienen bonitos ojos —dijo Phyllis.
— Tiene los labios de su abuelo —dijo la abuela—. Miren esos labios.
— No sé —dijo la madre—. No podría decirlo.
— ¡La nariz! ¡La nariz! —gritó Alice.
— ¿Qué pasa con la nariz? —preguntó la madre.
— Parece como la nariz de alguien —respondió la niña.
— No, no lo sé —dijo la madre—. No lo creo.
— Esos labios... —murmuró la abuela—.Esos deditos —dijo, destapando la mano del bebé y separando sus dedos.
— ¿A quién se parece el bebé?
— Él no se parece a nadie —dijo Phyllis. Y se acercaron todavía más.
— ¡Lo sé!¡Lo sé! —dijo Carol—. ¡Se parece a papá! —Entonces miraron más de cerca al bebé.
— ¿Pero a quién se parece papá? —preguntó Phyllis.
— ¿A quién se parece papá? —repitió Alice, y todas a la vez miraron hacia la cocina, donde estaba el padre sentado a la mesa, con la espalda hacia ellas.
— ¡Pero, nadie! —dijo Phyllis y empezó a llorar un poco.
— ¡Silencio! —dijo la madre y apartó la mirada, y luego la volvió hacia el bebé.
— ¡Papá no se parece a nadie! —dijo Alice.
— Pero él tiene que parecerse a alguien —dijo Phyllis, enjugando sus ojos con una de las cintas. Y todas excepto la abuela miraron hacia el padre, sentado a la mesa.
Había vuelto su silla y su rostro estaba blanco y sin expresión.

De Will You Please Be Quiet, Please ( primera publicación de 1976)
Traducido por K. Ramone

domingo, 9 de diciembre de 2007

MECÁNICA POPULAR por Raymond Carver

Unas palabras previas. El breve cuento que leerán a continuación puede considerarse epítome de la narrativa de Carver; contiene todos los elementos que caracterizan su cuentística. Vidas ordinarias, quebradas por la incomunicación, la sucia realidad del llamado Dirty Realism, en fin, la gran mediocre hazaña de los derrotados por la cotidianidad, la rutina, la vida hecha de días. El relato ha tenido tres nombres: "Little Things" en I'm calling From, "Mine" en Furious Seasons and Other Stories, y en What We Talk About When We Talk About Love, aparece como "Popular Mechanics"; este último título es el más publicado y es el que le conocemos en la traducción al castellano. Para nosotros, frente a su asunto, es el mejor nombre para el cuento. En esta ocasión, hemos realizado (aunque imperfecta, como todo intento de trasvasijar a un idioma ajeno las particularidades del original) una nueva traducción, una que creemos, si no mejor que la conocida en libros y en Internet, por lo menos más fiel al ritmo y al tono de Carver --a la forma de construir sus diálogos por ejemplo (aunque en estricto rigor, Carver no hace dialogar a sus personajes, sino, más bien, acentúa la incomunicación)--, en consecuencia una traducción acaso más digna frente al estilo narrativo carveriano . Más allá de esto, el cuento es potentísimo en su brevedad. Carver fue y es un maestro del relato breve. En 1998, en Consejos Sobre El Arte De Escribir Cuentos, Roberto Bolaño dijo: "Y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo". Toda la razón.


MECÁNICA POPULAR
Por Raymond Carver


Temprano aquel día el tiempo cambió y la nieve se deshizo en agua sucia. Venas de nieve derretida descendían desde la ventanita a la altura del hombro que miraba hacia el patio trasero. Los automóviles salpicaban nieve afuera, donde estaba oscureciendo. Pero adentro también estaba oscureciendo.
Él estaba en el dormitorio metiendo ropas en una maleta cuando ella apareció en la puerta.
— ¡Estoy feliz de que te vayas! ¡Estoy feliz de que te vayas! —dijo—. ¿Escuchas?
Él continuó metiendo sus cosas en la maleta.
¡Hijo de perra! ¡Estoy tan feliz de que te vayas! —empezó a llorar—. Ni siquiera puedes mirarme a la cara, ¿verdad?
Entonces notó la fotografía del bebé sobre la cama y la tomó.
Él la miró y ella enjugó sus ojos y lo miró fijamente antes de dar la vuelta y regresar al living.
— Devuélveme eso —dijo él.
— Sólo toma tus cosas y ándate —dijo ella.
Él no respondió. Cerró la maleta, se puso el abrigo, echó una mirada al dormitorio antes de apagar la luz. Luego salió al living.
Ella estaba de pie a la entrada de la pequeña cocina, con el bebé en brazos.
— Quiero al bebé —dijo él.
— ¿Estás loco?
— No, pero quiero al bebé. Mandaré a alguien a que venga por sus cosas.
— Tú no tocas este bebé —dijo ella.
El bebé había empezado a llorar y ella le quitó la manta alrededor de su cabeza.
— Oh, oh —dijo ella, mirando al niño.
Él dio un paso hacia ella.
— ¡Por el amor de Dios! —dijo ella. Retrocedió hacia el interior de la cocina.
— Quiero el bebé.
— ¡Sal de aquí!
Ella se volvió y trató de mantener al bebé en un rincón detrás de la cocina.
Pero él avanzó. Alcanzó el otro lado de la cocina y apretó sus manos al bebé.
— Suéltalo —dijo él.
— ¡Márchate, márchate! —gritó ella.
El bebé estaba enrojecido y gritando. En el forcejeo tiraron un florero que colgaba detrás de la cocina.
Entonces él la apretó contra la pared, tratando de quebrar su resistencia. Agarró al bebé y presionó con todo su peso.
— Suéltalo —dijo él.
— No —dijo ella—. Estás lastimando al bebé —dijo.
— No estoy lastimando al bebé —dijo él.
Por la ventana de la cocina no entraba luz. En la casi oscuridad, él se ocupó de los dedos apuñados de ella con una mano y con la otra tomó al bebé llorando por debajo de un brazo, cerca del hombro.
Ella sintió sus dedos siendo forzados a abrirse. Ella sintió al bebé alejándosele.
— ¡No! —gritó al mismo tiempo que sus manos cedían.
Ella tendría este bebé. Intentó agarrar al bebé del otro brazo. Lo tomó por la muñeca y se echó hacia atrás.
Pero él no lo soltaría. Sintió al bebé escapándosele de las manos y tiró muy fuerte.
De esta manera, la cuestión quedó resuelta.

***
Traducción de: K. Ramone