lunes, 28 de julio de 2008

NO HA EMPEZADO A LLOVER

NO HA EMPEZADO A LLOVER
K. Ramone

“No ha empezado a llover”. Pero en algún momento lo hará. Es así. Tal vez no hoy, quizá no mañana, acaso tampoco pasado. Puede transcurrir una semana o más, pero empezará a llover. Lo humano, lo absurdamente humano es todo lo que acabas de leer: que afirmemos que “no ha empezado a llover”, pero que lloverá. ¿Y si no llueve, si nunca más llueve? ¿Qué les diremos a nuestros nietos, cómo les describiremos la forma de aquel utensilio común y maravilloso como una cuchara? La lluvia. La posibilidad no es triste. No es triste, lo triste es habernos acostumbrado a la lluvia. Mi padre, por ejemplo, se acostumbró tanto a ella, que hasta hace unas semanas aún las gotas debían descender —cruzando tierra y larvas y restos de una ropa que vi muchas veces— hasta llegar a esa calavera fresca y hermosa, tierna, muerta pero mojada por las gotas de una lluvia, gotas mezcladas con pobreza, la infinita (no eterna) pobreza en que duerme, por fin como el ateo que siempre fue, mi viejo. Pero hablaba de la lluvia, sólo de la lluvia, de la misma lluvia que cae en Bilbao, en Curicó, en Barcelona, en Talca, en Blanes, en Concepción, bueno, no la misma, aunque para mí la misma. La lluvia de la que me habla Agustín en su mail, la lluvia que a nadie heredaremos, la egoísta lluvia que nos moja a cada uno, repartida como un pan que nadie pide, repartida como la hermosa cursilería de comparar la lluvia con un pan, ése, sí, el mismo, el mero pan. Mi mujer duerme y siento que todos los que duermen me protegen. No ha empezado a llover; ya es domingo. Este domingo Agustín va al concierto, yo regreso a la cárcel, el Brujo debe estar soñando con P, su hijo que tiene más o menos la edad de mi hijo, más o menos la edad que todos los dinosaurios tuvimos alguna vez, maldiciendo al mundo, escuchando punk rock o “Volver a los Diecisiete” de Violeta, la primera punk rocker de este ocaso, en fin, el mundo no se cae a pedazos ni se levanta por nuestros alaridos o sueños, por más que hayamos procurado ocupar, alguna vez en nuestras vidas, el alarido y el sueño (el orden puede cambiar), elementos no tan maravillosos ni tan simples como una cuchara, pero sí potencialmente peligrosos como un tenedor, aunque nunca tanto como una cuchilla. Recuerdo la última lluvia como si hubiese sido la última; sin embargo, mi recuerdo es vago, mi recuerdo es exactamente como el peligro de olvidar cómo era la lluvia, razón por la cual me temo que nuestros nietos conocerán nada más que una forma presumible, un vaho, una excusa. En otros planos de lo que ha sido, es y será nuestra vida y su entorno, ocurrirá lo mismo. Nuestros nietos no nos juzgarán, ocupados en jugar mientras algún loco guarda en su computador unas cuantas fotos de los últimos (bellos) mentirosos del planeta. Luego, en algún punto, todo se apagará lo mismo que una pantalla, habrá humo, cosas y siluetas variadas que se funden, se derriten, se vuelven cenizas... a qué seguir con la lista. Una despavorida carreta tirada por perros en llamas pasará corriendo entre las ruinas. Será lo último que alguien, cualquiera, alcance a ver. Claro, otros verán distintas cosas, pero acá, de nuevo, la escritura no puede inventariarlo todo, sólo exponer con laxitud algunos casos. Tal vez después vuelva a llover una vez más, no importa qué clase de lluvia. Una lluvia al fin y al cabo. Una que nadie verá. Un gesto inútil cayendo desde lo alto, mojando restos, secándose hasta despedir un olor a cosas, a cosas otra vez sin nombre.
Tengo, todavía, 36 años. Son, según mi reloj, exactamente las dos de la mañana en Chile. Por lo menos en esta parte del mundo, en la pequeña ciudad tan pequeña, no ha empezado a llover.
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3 comentarios:

Sylvia Rojas Pastene dijo...

kato Ramone:

Cuando uno lee algo tan hermoso y de tal calidad engendrada, dice: un poema basta para desatar lluvia, temporal y tormenta en estos ojos.

Confíó, confío que nunca la lluvia nos deje.


Kato...no hay lluvia particular
a no ser que uno vaya llorando
bajo su particular lluvia.

Mis abrazos cariñosos.

profetabar dijo...

Katiño, la nostalgia de lo que un día fue, si al menos todos tomaramos conciencia de la tierra que estamos heredando, y cada uno cooperara con un grano de arena, se podría hacer algo, pero el avance (que es un retroceso), con sus industrias y contaminantes están minando nuestra tierra y el sueño de que los ñietos puedan tener la lluvia que les corresponde.

Anónimo dijo...

Gracias, de verdad, por la visita a mi mediaguasblogspot.
KR