lunes, 21 de julio de 2008

RAYMOND CARVER: de qué habla cuando habla de un poema suyo

RAYMOND CARVER: de qué habla cuando habla de un poema suyo

(Fragmento del texto de Raymond Carver:

My Father’s Life.

Traducción de K. Ramone)
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FOTOGRAFIA DE MI PADRE A SUS VEINTIDÓS AÑOS

Octubre. Aquí en esta húmeda, poco familiar cocina
estudio el azorado rostro joven de mi padre.
Vergonzosa sonrisa ancha, sostiene en una mano una ristra
de espinosas percas amarillas, en la otra
una botella de cerveza Carlsberg.

En jeans y camisa de franela, está apoyado
en el guardabarros de una Ford 1934.
Le habría gustado posar valiente y enérgico para su posteridad,
lucir su viejo sombrero ladeado sobre la oreja.
Toda su vida mi padre quiso ser osado.

Pero los ojos lo revelan, y las manos
que lánguidamente ofrecen la ristra de percas muertas
y la botella de cerveza. Padre, te quiero,
sin embargo cómo puedo darte las gracias, yo que tampoco
aguanto el licor
y ni siquiera conozco los sitios para pescar.




El poema es exacto en sus pormenores, excepto que papá murió en junio y no octubre, como dice la primera palabra del poema. Quería una palabra de más de una sílaba para hacerlo demorarse un poco. Pero, más que eso, yo quería un mes de días cortos y declinante luz, humo en el aire, cosas pereciendo, un mes más apropiado a lo que sentía en el momento en que escribí el poema. Junio era las noches y días de verano, graduaciones, mi aniversario de bodas, el cumpleaños de uno de mis hijos. Junio no era un mes para que en él muriera tu padre.
Después del oficio en la funeraria, después que hubimos ido afuera, una mujer que no conocía se me acercó y dijo: “Él es más feliz donde está ahora”. La miré fijamente hasta que se alejó. Aún recuerdo el pequeño botón del sombrero que llevaba. Luego uno de los primos de mi padre — no sabía el nombre del tipo— me alcanzó y tomó mi mano: “Todos lo extrañamos”, dijo, y supe que no lo estaba diciendo sólo para ser amable.
Comencé a llorar por primera vez desde que recibí la noticia. No había sido capaz de hacerlo antes. Por algún motivo, no había tenido el tiempo. Ahora, de repente, no podía parar. Abracé a mi mujer y lloré, mientras ella decía y hacía lo que podía para consolarme, allí, en medio de aquella tarde de verano.
Escuché a las personas diciendo consoladoras cosas a mi madre, y me alegró que la familia de papá hubiera aparecido, hubiera venido a donde él estaba. Pensé que recordaría cada cosa dicha y hecha aquel día, y tal vez hallar una manera de contarlas en algún momento. Pero no fue así. Olvidé todo o casi. Lo que recuerdo es que oí nuestro nombre utilizado bastante aquella tarde, el nombre de papá y mío. Pero sabía que estaban hablando de papá. Raymond, aquellas personas continuaban diciendo en sus hermosas voces de mi niñez: Raymond.

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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado señor.
Me permito felicitar su trabajo y tomar la iniciativa por los que no la toman y reconocer el aporte que ud hace. Un buen punto para este subnivel intelectual que nos desborda por los márgenes de lo cotidiano. Un poema para un padre es muy distinto (obviamente) que un poema para la madre. Vale esto si quién escribe y desnuda su carne es hombre o mujer. Peder un padre es perder parte de la columna, parte de un brazo o perderlo todo para que broten nuevos proyectos de padres. Uno ya es un proyecto. Como dijo alguien en mi of, "todos en alguna medida somos arquitectos". Repito...esa ausencia nos deja en medio de un horizonte desamparados. Algo asi como la nebulosa en medio de tanta luz y oscuridad.
Cuando mi padre ya no estaba, comencé a tomar en serio la poesía, porque me di cuenta que mi padre amaba los versos enquistados en los poemas.
Atte
Vagabundo del Dharma

profetabar dijo...

Estimado Kati�o, son pocos los textos que hablan del padre del recuerdo que �ste deja en la memoria tatuado para siempre. Carver, lleva muy bien a recordarlo y reflexionar. Como siempre gracias por el esfuerzo que haces (otra vez) por entregar los tesoros que encuentras en tu camino.

Sylvia Rojas Pastene dijo...

A veces soy dura con el recuerdo...si es de mi padre especialmente...envidio a algunos hijos como Carver, bueno.. para cada hijo un padre y para un padre cada hijo...quizás para eso me sirvió el mío, para tener "qué" decir de mi padre...igual le perdono, lástima que el perdón no incluya olvidos...

Abrazos de una hija, que amó a su padre a pesar de...

K.R. dijo...

Bueno, gracias por estas visitas, de verdad gracias por el honor que me hacen.
Don Vagabundo, agradezco sus palabras -pero no me halague tanto, mire que en una de ésas me lo creo y me mato mismito ahora, creyendo tener asegurada la postumidad, oj oj oj oj oj.
No sé, Silvia, si sean pocos los textos que hablan del padre. De hecho hay algunos memorables y ya casi clásicos. En lo que sí creo contemporizar es en que, acaso, sean menos los textos que hablan "bien" de esa forma de algo llamada padre. Carver amaba a su padre, lo amaba bien, se amaban.
Shyvy, así es y no sabes cuánto entiendo lo que dices. Quizá ahí también una de las razones por las que elegí este texto. Hay, de mi parte, lo confieso, cierta dosis de envidia en eso que le pasa a Carver, un poco parecido a esa otra especie de envidia por no haber conocido jamás aquel misterio de la creencia en algún dios o en màs de uno. Cosas que me han estado negadas y que no me han impedido vivir, pero que a veces desearía haber conocido. Pero sí tuve un padre que amè y que amó, de verdad, puramente, niñamente. Mi abuelo, que fue, no en la sangre pero sí en la realidad, mi padre y que muriò el año pasado. Nos amamos. Fue mi padre. El hombre más hermoso que he conocido. Me dio, junto con mi vieja claro está, una niñez hermosa, me dio además la posibilidad de ser, ante èl, ante su visión de mí, un niño, siempre un niño, su niño.
Gracias por venir por estos lados.
KRamone