lunes, 27 de julio de 2009

J. RODOLFO WILCOCK: EXTRAÑAMIENTO


J. RODOLFO WILCOCK: EXTRAÑAMIENTO



Rodolfo Wilcock es uno de mis escritores predilectos, cosa que por fortuna carece de cualquier objetiva importancia, pues de todas formas es un escritor mayúsculo. La de Wilcock es una escritura de perro loco, de burgués revoltoso, de tipo aparentemente solo en un domingo en Twilight Zone; sus libros merecerían estar en la biblioteca elemental de cualquier zombie tierno y de todo feliz subversivo. A la literatura de Wilcock no le es escatimado el humor, certeza más áurea cuando reparamos en su cercana amistad —¿podría haber alguna amistad que no fuera cercana?...por desgracia, sí— con Borges y compañía. La línea de Wilcock es modulada desde la acidez, no para reírse sino para sonreír, o poner por el revés el rostro a la manera de una camisa sucia; su tema y su tono suscriben asimismo a la niñez y su ingenuidad; su rasgo escritural puede ser repulsivo como una rosa para un maldito; es por supuesto iconoclasta, inverosímil, lúcido, comprensivo, inmisericorde y misericordioso a veces, inconformista y (sobre todo) distinto y (ante todo) tremendamente deudor de tantas lecturas (las mismas de Borges y Silvina y Bioy, además de las absolutamente propias e inconfesables).


Su escritura probablemente será olvidada antes que muchas otras, lo mismo que su dudoso e irreconocible aporte. Pero lo leeremos a través de sucedáneos de menor valía, no necesariamente en el campo chamuscado de la literatura. Su fantasma nos vendrá a penar con voz de vitrola y lecturas en casas en penumbras. También cuando seamos nuevamente niños y queramos tener una última oportunidad para llorar o reír hasta que llegue mamá a consolarnos o besarnos la frente, es decir, cuando ya estemos acabados y esas oportunidades sean, junto con vanas, imposibles. Ahí estará Wilcock con su antilección acerca del Canon. Grande, limpio, consecuente como un loco, lúcido como un animal de circo, bello como un hombre de gran inteligencia. Ahí, dentro de quienes lo hemos leído, de aquellos que no lo han leído, dentro de los que no lo leerán.



K. Ramone

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LOS AMANTES



Por J. Rodolfo Wilcock


Harux y Harix han decidido no levantarse más de la cama: se aman locamente, y no pueden alejarse el uno del otro más de sesenta, setenta centímetros. Así que lo mejor es quedarse en la cama, lejos de los llamados del mundo. Está todavía el teléfono, en la mesa de luz, que a veces suena interrumpiendo sus abrazos: son los parientes que llaman para saber si todo anda bien. Pero también estas llamadas telefónicas familiares se hacen cada vez más raras y lacónicas. Los amantes se levantan solamente para ir al baño, y no siempre; la cama está toda desarreglada, las sábanas gastadas, pero ellos no se dan cuenta, cada uno inmerso en la ola azul de los ojos del otro, sus miembros místicamente entrelazados.
La primera semana se alimentaron de galletitas, de las que se habían provisto abundantemente. Como se terminaron las galletitas, ahora se comen entre ellos. Anestesiados por el deseo, se arrancan grandes pedazos de carne con los dientes, entre dos besos se devoran la nariz o el dedo meñique, se beben el uno al otro la sangre; después, saciados, hacen de nuevo el amor, como pueden, y se duermen para volver a comenzar cuando despiertan. Han perdido la cuenta de los días y de las horas. No son lindos de ver, eso es cierto, ensangrentados, descuartizados, pegajosos; pero su amor está más allá de las convenciones.

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miércoles, 22 de julio de 2009

ANNE WALDMAN: OPINIÓN Y POEMA



ANNE WALDMAN: OPINIÓN Y POEMA

Anne Waldman (1945) es, aparte de tremenda poeta, hermosa y es, además de hermosa, una Poeta inmensa: qué mezcla más rica para las venas y lo que nos quede de neuronas o corazón. Continúa hermosa a pesar del tiempo; y me imagino que debe seguir con la misma energía de siempre, opinando, escribiendo tan bien, haciendo una síntesis tan hábil, tan rigurosa, tan mayor entre poesía y política y concepto y acción. Anne Waldman es parte de la historia profunda y consciente de la Poesía. Es ella misma un trozo en cuerpo y alma de historia. Su poemas y los de sus amigos son lo mejor de esa parte feroz y tierna y sexual y política y jugada y juguetona y gritada y militante y carcelaria y libre y copuladora y loca y lúcida y jodida y humana de cierto camino de la poesía en Estados Unidos, ese camino particular y colectivo iniciado sobre todo por Whitman y cuyo testimonio, en la curva más aguda de la posta, es recogido por Ginsberg. A ese tremendo tránsito pertenecen los pasos de Anne Waldman.


Acá, les dejamos una "propuesta" atendible, cada vez más atendible, y agregamos un poema.

Kato Ramone, El Perro de Tarkovski


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I propose a utopian creative field where we are defined by our energy, not by gender. I propose a transsexual literature, a hemaphroditic literature, a transvestite literature, and finally a poetics of transformation beyond gender. That just sings its wisdom. That the body be an extension of energy, that we are not defined by our sexual positions as men or women in bed or on the page.



(Propongo un utópico campo creativo donde somos definidos por nuestra energía, no por género. Propongo una literatura transexual, una literatura hermafrodita, una literatura transvestida, y finalmente una poética de la transformación más allá del género. Esa que sólo canta su sabiduría. En que el cuerpo sea una extensión de la energía, de modo que no seamos definidos por nuestras posiciones sexuales como hombres o mujeres en la cama o en la página. Traducción: Kato Ramone)



Anne Waldman "Feminafesto" in Kill Or Cure.


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“Thy” of No Dire Greenhouse Effect

By Anne Waldman

Yea tho I am walking
yea tho I walk forever in thy direction which is thy “thyness”
yea tho thy “thyness” be friendly
that it be no shadow, that it be no death
yea that thy “thy” be willing, be aura, be oracular
yea that “thyness” be without gender without godhead
godhead is no way to be walking towards “thy”
thy is no kingdom come
thy is no purple privileged glory
thy is no flag, no rod, no scepter, no staff of brutality
thy is no random particle
thy is a kind site of no dire greenhouse effect
thy is a place with conscientious war tribunals
they is of mercy and follows all the days of tracking war criminals
thy is the hours of constant tracking
thy will keep you awake in any time zone tracking
because thy is observation, is a current affair, is tracking “thy”
thy goes back to any older time you mention
a time the increments of language were simpler, were strange
thy was a module, thy was a repository
thy was a canticle for future discipleship
thy is architecture, thy is the entire book for the things of “thy”
thy is a book of thy “thyness” which is not owned
can you guess the “thy” in all the days of my defiance
yea tho I fear thy terror of “thy” amnesia, thy negligence
yea tho it stalks me in the valley
yea that it beseeches me to lighten up
yea tho it behooves me to abdicate “thy”
I will keep the sleep of ancient times
of Arcady of the holy cities where thy hides
thy could be done, thy could be stationary in any language
and then thy could be moving as I do in pursuit of sanity
that they track the war profiteers
that they track the war criminals
that they track the murderers
who slaughter innocents
that they are exposed in the market place
that they are brought to justice.

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lunes, 20 de julio de 2009

BORGES, BOLAÑO: BIBLIOTECARIOS O VALIENTES

BORGES, BOLAÑO: BIBLIOTECARIOS O VALIENTES



El mejor texto escrito por Jorge Luis Borges acerca de Jorge Luis Borges (y en torno, además, a lo mejor de la literatura y las literaturas ensayadas por latinoamericanos) fue redactado por Roberto Bolaño, se titula El Bibliotecario Valiente y gira en torno a las literaturas dentro y fuera de la literatura de Borges que, si no la mejor, es la más alta alguna vez escrita por un latinoamericano —o por lo menos la única literatura inglesa y también en inglés escrita directamente en español.

K. Ramone


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EL BIBLIOTECARIO VALIENTE


Roberto Bolaño



Empezó como poeta. Admiraba la literatura expresionista alemana (aprendió francés por obligación y alemán por algo que podríamos llamar amor, y lo aprendió sin maestros, solo, como se aprenden las cosas importantes), pero posiblemente nunca leyó a Hans Henny Jahn. En las fotos de los años veinte podemos verlo como con un gesto envarado y triste, un joven cuyo cuerpo casi sin aristas parece tender hacia la redondez, hacia la suavidad. Practicó la costumbre de la amistad y fue fiel, sus primeros amigos, en Suiza y en Mallorca, pervivieron en su memoria con el fervor de la adolescencia o de la memoria sin culpa de la adolescencia. Y tuvo suerte: frecuentó a Cansinos-Assens y descubrió, para siempre, una visión inédita de España. Pero volvió a su país y encontró la posibilidad de un destino. Un destino soñado por él mismo. En las inmensidades americanas inmaginó el valor y su sombra, la soledad inmaculada de los valientes, el día que se ajusta a la vida como un guante. Y volvió a tener suerte: conoció a Macedonio Fernández y a Ricardo Güiraldes y a Xul Solar, que valían más que la mayoría de los intelectuales españoles que había frecuentado, o eso pensaba él, y pocas veces se equivocó. Su hermana, sin embargo, se casó con un poeta español. Eran los años del Imperio argentino, cuando todo parecía al alcance de la mano y Buenos Aires podía autodenominarse la Chicago del hemisferio sur sin enrojecer acto seguido de vergüenza. Y la Chicago del hemisferio sur tuvo su Carl Sandburg (poeta, por cierto, que él admiró), y se llamó Roberto Arlt. El tiempo los ha juntado y los ha vuelto a separar para siempre. Pero entonces uno de los dos se sumergió en el vértigo y el otro en la búsqueda de la palabra. Del vértigo de Arlt nació la utopía en su estado más demencial: una historia de pistoleros tristes que prefiguraba, del mismo modo que Abaddón el exterminador, de Sábato, el horror que mucho tiempo después se cerniría sobre la república y sobre el continente. De la búsqueda de la palabra, por el contrario, surgió la paciencia y una modesta certidumbre en la felicidad de la literatura. Boedo y Florida fueron los nombres de ambos grupos, el primero designa un barrio popular, el segundo, una calle céntrica, y hoy ambos nombres marchan juntos hacia el olvido. Arlt Gombrowicz: pudo haber sido amigo de ellos y no lo fue. De ese diálogo inexistente hoy queda un gran hueco que también es parte de nuestra literatura. Por supuesto, Arlt murió joven, después de una vida agitada y llena de privaciones. Y fue básicamente un prosista. Él no. Él era poeta, y muy bueno, y escribía ensayos, y sólo bien entrado en la treintena se puso a escribir narraciones. Hay quien dice que lo hizo ante la imposibilidad de convertirse en el poeta más grande de la lengua española. Estaba Neruda, a quien nunca quiso, y la sombra de Vallejo, cuya lectura no frecuentó. Estaba Huidobro, que fue amigo y luego enemigo de su triste e inevitable cuñado español, y Oliverio Girondo, a quienes siempre consideró superficiales, y luego venía García Lorca, de quien dijo que era un andaluz profesional, y Juan Ramón, de quien se reía, y Cernuda, al que apenas prestó atención. En realidad, sólo estaba Neruda. Estaba Whitman, estaba Neruda y estaba la épica. Aquello que él creía amar, aquello que más amaba. Y entonces se puso a escribir una historia en donde la épica sólo es el reverso de la miseria, en donde la ironía y el humor y unos pocos y esforzados seres humanos a la deriva ocupan el lugar que antes ocupara la épica. El libro deudor de los Retratos reales e imaginarios que escribiera su amigo y maestro Alfonso Reyes, y a través del libro mexicano, de las Vidas imaginarias, de Schwob, a quien ambos querían. Muchos años después, cuando él ya era el más grande y estaba ciego, visitó la biblioteca de Reyes, en México DF, oficialmente bautizada como "Capilla alfonsina" y no pudo evitar comentar la reacción que ante tal despropósito tendrían los argentinos si a la casa de Lugones se la llamara "Capìlla leopoldina". Ese no poder evitar un comentario, su permanente disposición al diálogo, siempre lo perdió ante los imbéciles. Dijo que su primera lectura del Quijote la hizo en inglés y que ya nunca más le pareció tan bueno como entonces. Se rasgaron las vestiduras los críticos españoles de capa y espada. Y olvidaron que las páginas más certeras sobre el Quijote no las escribió Unamuno, ni la caterva de casposos que siguieron a Unamuno, como el lamentable Ramiro de Maeztu, sino él. Después de su libro sobre piratas y otros forajidos, escribió dos libros de relatos que probablemente son los dos mejores libros de relatos escritos en español en el siglo XX. El primero aparece en 1941, el segundo, en 1949. A partir de ese momento nuestra literatura cambia para siempre. Escribe entonces libros de poesía estrictamente memorables que pasan desapercibidos entre su propia gloria de cuentista fantástico y la ingente masa de musos y musas. Varios, sin embargo, son sus méritos: una escritura clara, una lectura de Whitman, acaso la única que aún se mantiene en pie, un diálogo y un monólogo ante la historia, una aproximación honesta al english verse. Y nos da clases de literatura que nadie escucha. Y lecciones de humor que todos creen comprender y que nadie entiende. En los últimos días de su vida pidió perdón y confesó que el gustaba viajar. Admiraba el valor y la inteligencia.

Bolaño, Roberto Entre paréntesis. Ed. Anagrama. España. 2004.
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viernes, 17 de julio de 2009

LEOPOLDO MARECHAL Y ADÁN BUENOSAYRES: ÉSAS ERAN NOVELAS


LEOPOLDO MARECHAL
Y ADÁN
BUENOSAYRES: ÉSAS ERAN NOVELAS


Atrevimiento, salto a la piscina y piscinazo sin agua, pelo en la leche, arriesgarse a aburrir, arriesgarse (riesgo mayor) a gustar, lectores apuñalados a cada página, a cada coma, a cada musiquilla del ritmo-marechal; tipos locos, esos novelistas.


Escritores o escriTOROS, cornada en la oreja, un toro mismo colgando entero —criadillas y todo— como aro en el Lóbulo (un Lóbulo Ferózulo que aúllula en la nochula de Lúnula Llénula). Literatura valiente, candente, urente, urgente, riesgosa, arriesgada, meada a veces —a favor o contra el viento— por los críticos, por los "pares", por el contexto, por el jodido "Horizonte de Expectativa"; novelas ambiciosas, como si también el Tercer Mundo tuviera derecho a ese siempre fallido aunque a veces luminoso intento llamado The Great American Novel, entonces The Great Latin American Novel (y, junto a Marechal, argentino de la Provincia Martín Fierro, por nombrar unos pocos —aunque en el fondo y en la superficie son pocos—, a Lezama Lima, Guimarães Rosa, Droguett, Cortázar, Vargas Llosa, Sabato, Rulfo, Bolaño: es decir, un cubano, un brasileño, un extranjero y exiliado, un argentino en París con "r" francesa, un peruano con chaquetas de varios colores, un E.T., un mexicano, otro mexicano... a veces chileno y a veces español). Ésas, las de ellos, sí son novelas.



K. Ramone

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Un extracto de Adán Buenosayres:



" Y no andar como quien duda y recela entre imágenes vanas, leyendo en el signo de las cosas mucho más de lo que literalmente dicen, y alcanzando en la posesión de las cosas mucho menos de lo que prometían. Porque yo he devorado la creación y su terrible multiplicidad de formas: ¡ah, colores que llaman, gestos alocados, líneas que hacen morir de amor!; para encontrarme luego con la sed engañada y el remordimiento de haber sido injusto con las criaturas al exigirles una bienaventuranza que no saben dar. Y luego este desengaño, ¡también injusto!, que me pone ahora frente a las criaturas como ante un lenguaje muerto. ¡No haber mirado, ah, no haber mirado! O haber mirado siempre con puros ojos de lector, como los que tenía en mi niñez, allá en el huerto de Maipú, cuando en la belleza de las formas inteligibles alcanzaba una visión de lo estable, de lo que no sufre otoño, de lo que no padece mudanza. Y ahí están la injusticia y el remordimiento: haber mirado con ojos de amante lo que debí mirar con ojos de lector. (Anotarlo en cuanto llegue a casa.) ¡Qué bien entonan calle, medianoche y llovizna! (...) No. Alguien canta."

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miércoles, 8 de julio de 2009

MARCEL SCHWOB: UN IMPRESCINDIBLE IMPRESCINDIBLE


MARCEL SCHWOB:
UN IMPRESCINDIBLE IMPRESCINDIBLE

Un tal Jorge Luis Borges, otro imprescindible, dice sobre Marcel Schwob (1867-1905):
«Como aquel español que por virtud de unos libros llegó a ser Don Quijote, Schwob, antes de ejercer y enriquecer la literatura, fue un maravillado lector. Le tocó en suerte Francia, el más literario de los países. Le tocó en suerte el siglo XIX, que no desmerecía del anterior. De estirpe de rabinos, heredó una tradición oriental que agregó a las occidentales. Siempre fue suyo el ámbito de las profundas bibliotecas. Estudió el griego y tradujo a Luciano de Samosata. Como tantos franceses, profesó el amor de la literatura de Inglaterra. Sus “Vidas Imaginarias” datan de 1896. Para su escritura inventó un método curioso. Los protagonistas son reales; los hechos pueden ser fabulosos y no pocas veces fantásticos. El sabor peculiar de este volumen está en ese vaivén. En todas partes del mundo hay devotos de Marcel Schwob que constituyen pequeñas sociedades secretas. No buscó la fama; escribió deliberadamente para los “happy few”, para los menos. Frecuentó los cenáculos simbolistas; fue amigo de Remy de Gourmont y de Paul Claudel. Hacia 1935 escribí un libro candoroso que se llamaba “Historia Universal de la Infamia”. Una de sus muchas fuentes, no señalada aún por la crítica, fue este libro de Schwob.» Hasta aquí Borges.
Les regalamos un texto de Schwob, justamente de Vidas Imaginarias; si no tienen Internet en casa, y el ciber a secas o el cibercafé les sale caro —hay quienes vivimos así—, copien, peguen en un word, métanlo en el pendrive, llévenlo a casa y léanlo; si tampoco tienen computador en casa, gasten unos cuantos maravedíes, pesos o euros, lo que sea, e imprímanlo, llévenlo a casa y léanlo; a lo que voy, léanlo, lean a Marcel Schwob. No busquen ni se den la excusa para no hacerlo. Si ya lo han leído, reléanlo: siempre, cual ocurre con la literatura mayor, hallarán un tinte nuevo, o el mismo sabor pero intensificado. Léanlo, lean, reléanlo, relean. El cadáver de Marcel Schwob se pudrió del todo y hasta los bisnietos de los gusanos que dieran cuenta de sus manos lánguidas y de sus ojos claros entornados ya están muertos y ante aquello nada podemos hacer (sólo venerar a aquellos animales metazoos saciados con restos refinados, sesos de un inteligentísimo, carne de hombre culto, pero de verdad culto, hay que remarcarlo hoy, cuando cualquier idiota que refiere un par de nombres o recita algún verso o modula una frase de sintaxis más o menos correcta ya es un "culto" —habría que medir, primero, la cultura de quien considera cultos a los idiotas—); pero leerlo sí podemos. Y no olvidemos El Libro de Monelle, sobre todo la parte de las tiernas putas.



K. Ramone
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SÉPTIMA: ENCANTADORA

Por Marcel Schwob


Séptima fue esclava bajo el sol africano, en la ciudad de Hadrumeto. Y su madre Amoena fue esclava, y la madre de ésta fue esclava, y todas fueron bellas y obscuras, y los dioses infernales les revelaron filtros de amor y de muerte. La ciudad de Hadrumeto era blanca y las piedras de la casa donde vivía Séptima eran de un rosa trémulo. Y la arena de la playa estaba sembrada de conchitas que arrastra el mar tibio desde la tierra de Egipto, en el lugar donde las siete bocas del Nilo derraman siete limos de diversos colores. En la casa marítima donde vivía Séptima, se oía morir la franja de plata del Mediterráneo y, a sus pies, un abanico de líneas azules resplandecientes se desplegaba hasta al ras del cielo. Las palmas de las manos de Séptima estaban enrojecidas por el oro, y las puntas de sus dedos pintadas; sus labios olían a mirra y sus párpados ungidos se estremecían suavemente. Así iba por los caminos de las afueras, llevando a la casa de los sirvientes una cesta de panes tiernos.
Séptima se enamoró de un joven libre, Sextilio, hijo de Dionisia. Pero no les está permitido ser amadas a aquellas que conocen los misterios subterráneos, ya que están sometidas al adversario del amor, que se llama Anteros. Y así como Eros gobierna el centelleo de los ojos y aguza las puntas de las flechas, Anteros desvía las miradas y atenúa la acritud de los dardos. Es un dios bienhechor que mora en medio de los muertos. No es cruel, como el otro. Posee el nepentas que da el olvido. Y porque sabe que el amor es el peor de los dolores terrestres, odia y cura el amor. Sin embargo, no tiene el poder de echar a Eros de un corazón ocupado. Entonces toma el otro corazón. Así Anteros lucha contra Eros. Por esto fue que Sextilio no pudo amar a Séptima. Tan pronto como Eros hubo llevado su antorcha al seno de la iniciada, Anteros, irritado, se apoderó de aquel a quien ella quería amar.
Séptima supo del poder de Anteros en la mirada baja de Sextilio. Y cuando el temblor púrpura aferró al aire de la tarde, salió por el camino que va desde Hadrumeto hasta el mar. Es un camino apacible donde los enamorados beben vino de dátiles recostados en las murallas pulidas de las tumbas. La brisa oriental sopla su perfume sobre la necrópolis. La joven luna, todavía velada, va allí a vagabundear, incierta. Muchos muertos embalsamados alardean alrededor de Hadrumeto en sus sepulturas. Y allí dormía Foinisa, hermana de Séptima, esclava como ella, muerta a los dieciséis años, antes de que ningún hombre hubiese respirado su olor. La tumba de Foinisa era estrecha como su cuerpo. La piedra abrazaba sus senos oprimidos por vendas. Muy cerca de su frente baja una larga losa cortaba su mirada vacía. De sus labios ennegrecidos se elevaba todavía el vapor de los aromas en que la habían empapado. En su mano quieta brillaba un anillo de oro verde con dos rubíes pálidos y turbios incrustados. Soñaba eternamente en su sueño estéril con las cosas que no había conocido.
Bajo la blancura virgen de la luna nueva, Séptima se tendió junto a la tumba estrecha de su hermana, contra la buena tierra. Lloró y pegó su rostro a la guirnalda esculpida. Acercó su boca al conducto por donde se vierten las libaciones y su pasión brotó:
-Oh, hermana mía, apártate de tu sueño para escucharme. La pequeña lámpara que ilumina las primeras horas de los muertos se apagó. Has dejado deslizar de tus dedos la ampolla de vidrio coloreada que te habíamos dado. El hilo de tu collar se rompió y los granos de oro se derramaron alrededor de tu cuello. Ya nada de nosotros es tuyo y ahora aquel que tiene un halcón en la cabeza te posee. Escúchame, pues tú tienes el poder de llevar mis palabras. Ve a la celda que tú sabes y suplícale a Anteros. Suplícale a la diosa Hator. Suplícale a aquel cuyo cadáver despedazado fue llevado por el mar en un cofre hasta Biblos. Hermana mía, ten piedad de un dolor desconocido. Por las siete estrellas de los magos de Caldea, yo te conjuro. Por las potencias infernales que se invocan en Cartago, Jao, Abriao, Salbaal y Batbaal, recibe mi encantamiento. Haz que Sextilio, hijo de Dionisia, se consuma de amor por mí, Séptima, hija de nuestra madre Amoena. Que arda en la noche; que me busque junto a tu tumba. ¡Oh, Foinisa! O llévanos a los dos a la morada tenebrosa, poderosa. Ruega a Anteros que enfríe nuestros alientos si le niega a Eros que los encienda. Muerta perfumada, acoge la libación de mi voz. ¡Ashrammachalada!
Inmediatamente, la virgen vendada se levantó y penetró en la tierra mostrando los dientes.
Y Séptima, avergonzada, corrió por entre los sarcófagos. Hasta la segunda noche permaneció en compañía de los muertos. Espió a la luna fugitiva. Ofreció su garganta a la mordedura salada del viento marino. Fue acariciada por el primer oro del día. Después volvió a Hadrumeto y su larga camisa azul flotaba detrás de ella.
Mientras tanto, Foinisia, rígida, erraba por los circuitos infernales. Y aquel que tiene un halcón en la cabeza no escuchó su ruego. Y la diosa Hator permaneció tendida en su funda pintada. Y Foinisia no pudo encontrar a Anteros, pues ella no conocía el deseo. Pero en su corazón mustio sintió la piedad que los muertos tienen para con los vivos. Entonces, a la segunda noche, a la hora en que los cadáveres se liberan para consumar los encantamientos, hizo que sus pies atados se movieran por las calles de Hadrumeto.
Sextilio temblaba acompasadamente, agitado por los suspiros del sueño, con el rostro vuelto hacia el techo de su habitación surcado de rombos. Y Foinisia, muerta, envuelta en las vendas olorosas, se sentó a su lado.
Y ella no tenía ni cerebro ni vísceras; pero su corazón desecado había sido puesto de nuevo en su pecho.
Y en ese momento Eros luchó contra Anteros, y se apoderó del corazón embalsamado de Foinisia. En seguida deseó el cuerpo de Sextilio, para que estuviese acostado entre ella y su hermana Séptima en la casa de las tinieblas.
Foinisia posó sus labios tintados en la boca viva de Sextilio y la vida escapó de él como una burbuja. Después se encaminó a la celda de esclava de Séptima y la tomó de la mano. Y Séptima, dormida, se dejó llevar por la mano de la hermana. Y el beso de Foinisia y el abrazo de Foinisia hicieron morir, casi a la misma hora de la noche, a Séptima y a Sextilio. Tal fue el desenlace fúnebre de la lucha de Eros contra Anteros; y las potencias infernales recibieron una esclava y un hombre libre al mismo tiempo.
Sextilio está acostado en la necrópolis de Hadrumeto, entre Séptima, la encantadora, y su hermana virgen Foinisia. El texto del encantamiento está inscripto en la placa de plomo, enrollada y perforada por un clavo, que la encantadora deslizó por el conducto de las libaciones en la tumba de su hermana.






(De Vidas Imaginarias)


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martes, 7 de julio de 2009

MISHIMA, EL GRAN MISHIMA CUANDO TENÍA CABEZA


MISHIMA,
EL GRAN MISHIMA CUANDO TENÍA CABEZA


"El muchacho se mordió los labios y sonrió. El día se estaba oscureciendo. Oyó los gritos que llegaban desde donde practicaba el Club de Béisbol. Percibió un eco lúcido cuando una pelota golpeada por bate fue lanzada hacia el cielo. "Algún día, tal vez, yo también deje de escribir poesía", pensó el muchacho por primera vez en su vida. Pero todavía le quedaba por descubrir que nunca había sido poeta."


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Yukio Mishima, de El Muchacho que Escribía Poesía


lunes, 6 de julio de 2009

CITA A UNA CITA DE LEOPOLDO MARÍA PANERO

CITA A UNA CITA DE
LEOPOLDO MARÍA PANERO


"Si hay fallos en mi obra -particularmentre lo reconozco a propósito de El que no ve-, tengo, sin embargo, la satisfacción de haber siempre considerado la literatura como un en-sí indiferente a su inscripción social (...); es decir, en definitiva, como algo serio. Si los demás no se comen el tarro, es problema suyo. Que no entren en el bosque de la noche. Desde el principio supe que no había salida. Que no usen mi torpe biografía para juzgarme. La literatura no es un modo de vida."
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Leopoldo María Panero, "Acerca de la literatura", El País, 20 de junio de 1984