K. Ramone
Mi cabeza, o lo que algunos —con la misma facilidad con que se dice cocacola— llaman "mente", es a menudo no man's land, y es bueno, hasta saludable que así sea, porque yo mismo me ausento de ese terreno baldío, insoportable, hediendo a humos devorados por otros humos, y puedo encontrarme con algunas imágenes más o menos plausibles de la pre-realidad. No sé, algo así: anteanoche, déjenme dar este ejemplo, soñé con una vaca, pero una vaca robot. Una vaca que me había visitado durante muchos años, la vaca más bella que había visto en mi vida, con manchas, claro está, pero de óxido. Algunos circuitos salían de sus orejas, sus grandes ojos de vaca eran dos pantallas amarillas en las cuales, aunque sólo de noche, era posible contemplar el amarillo sol de las mañanas de dibujo escolar. La vaca se llamaba Kurt Vonnegut, usaba bigote de cables pelados. Éramos los únicos en el gran desierto de la cuadra al otro lado de una ventana de mi casa. Como no había quien nos juzgara, nos preguntábamos cada día al unísono: ¿Eres heterosexual? Y al unísono nos respondíamos: Sí, ¿por qué? Y ahí mismo nos poníamos a echar cachitas, a culearnos, porque al fin y al cabo yo era de carne y hueso y ella era una vaca robot, y éramos libres y condenados a morir, yo por cese de respiros algún día cercano, ella por algún chip echado a perder. Y yo le metía mi utensilio sexual, lindo como una cuchara de plata o una llave de lavabo, y al acabar en ella llegaban a salir chispitas y me daba la corriente y yo pegaba un atómico gritito, algo así como "ay, que me dio la corriente en el peneStereo", y después ella me hacía cositas y "ay, que me volvía a dar la corriente". Cada día, antes de terminar su visita, la vaca robot Kurt Vonnegut me preguntaba si estaba escribiendo algo. Y yo le mentía que sí, que iba súper avanzado en mis proyectos, que nada me quitaba tiempo. "Ya, muy bien", algo así decía ella, y luego nos decíamos adiós con una fuerte y varonil apretón de mano y pezuña. En el sueño la vaca me visitaba durante casi mil años. Ya empezaba yo a madurar cuando dejó de visitarme. Un día salí a buscarla y la encontré: estaba muerta, totalmente oxidada, comida por larvas de laser, tirada en las afueras de la única ciudad en pie. No lloré, porque al fin y al cabo era ella solamente un robot y yo un perfecto ser humano respirando solitario en el desierto, ajeno hasta para mí mismo. Cosas así. Lo otro es despertar, quedarse no en la pre-realidad sino en la mera realidad, ese mismísimo muñeco de asco.
Todo lo anterior para contar que he andado con depre. Deprimido desde hace semanas, deprimido por una razón muy puntual: Alan Moore. De repente me dio el bajón, me acordé de los comics leídos y de mis días de niño-mierda-adolescente, y me puse a buscar en la red todo lo que tuviera que ver con Alan Moore, desde entrevistas, scripts, facsímiles, hasta videos, fotos, en fin, todo, todo lo que tuviera algo que decir sobre él, y empecé el camino hacia la desolación.
Descubrí que quiero ser Alan Moore.
Sin embargo, lo que de verdad he descubierto es peor: que NO PUEDO SER ALAN MOORE. Y eso me deprime. O tal vez no es que quiera ser el Alan Moore de ahora, sino el de los ochenta. Eso. Ese Alan Moore. Pero, no puedo mentir, también quiero ser el de ahora, y el de los noventa. Pero es imposible, la realidad de este país llamado como un ají, es muy distinta a Inglaterra o USA. Y que se me entienda bien: no viviré en esos lugares. Hablo acá de otra cosa, de la probabilidad de ser Alan Moore en un país cuya cultura de mierda no tiene ese espacio en donde sea posible entender como algo serio el trabajo de un guionista de comic o de un cartoonist o de un colorista, en fin, de alguien que cuando chico o a sus 37 diga "quiero ser guionista de comic o dibujante" (disculpen, pero me gusta más la palabra cartoonist), en fin, y que aunque no lo tenga asegurado, tenga al menos la oportunidad de hallar ese mundo de aficionados o freaks o bichos raros en que su trabajo es medido con el mismo celo o simple cariño con que otros tributan a Dostoievsky o Matta. Y qué mejor: si se le pega el palo al gato, terminar viviendo o subsistiendo gracias a los guiones y los monos. En Chile hubo algo así, aunque en Chile hubo también algo llamado dictadura que mandó todo eso al diablo; y luego, ahora en este muñeco con frío llamado democracia a la chilena, hay la idea de que esas cosas no venden, que no tienen salida, que no son un buen negocio (como si esos fueran los únicos cálculos o parámetros válidos, los que riman con dinero). Y bueno, yo no creo que sea así: digo, no creo que fueran un mal negocio, pero sobre todo no creo que todo deba ser un buen negocio para tener derecho a existir. En gringolandia y en Europa y en Japón, valga decirlo, el comic no muere y sigue saliendo gente que cuando chica quiso, así como otros doctor o ingeniero, ser dibujante o guionista de comic. Bueno, el tema da para largo y discutirlo no es la intención de esta flecha al viento (¿flecha zen?, ¿flecha zen?). Ni siquiera sé cuál es la intención (pero por favor, qué mala clase de escritor es usted, ayayayay).
Lo que quiero decir, o por lo menos intentar decir, es que Alan Moore debería haber sido yo. Que así otro tipo, o sea yo aunque sin ser yo, estaría queriendo ser yo, uno que no habría sido yo, sino Alan Moore. Pero, si siendo Alan Moore —pienso—, no me hubiera llamado así, sino como acá me llamo, y si hubiera nacido en Chile, el Chile de este tiempo, ¡puf!, todo sería esta misma fucking stuff de ahora, y estaría igual de jodido y a punto de optar por la vía breve de la fama, el camino abreviado hacia un tipo demasiado luminoso (hasta la obnubilación claro está) de estrellato: matar de nuevo a John Lennon o por lo menos al doble chileno de él, o ser un Charles Manson chileno, llegando a una casa en donde haya un horrible asado a la chilena, lo que quiere decir un grupo de weones hablando de fútbol o de la tele o, si son cuRtos y "literatos", hablando con el hociquito atestado de clichés de los mismos cinco poetitas y novelistitas que la llevan o que venden o que, en su defecto, son los "underground" que la están rompiendo, en fin, todo eso, cosas que en Chile no importan mucho si uno lo mira bien. Por lo mismo, qué va a importar que un pobre, un miserable tipo como yo ande deprimido por no poder ser Alan Moore. Y ni siquiera me parezco a él, para ser acaso su doble chileno, aunque sólo yo supiera a quién estoy plagiando con esa pinta. Queda un triste, por trascendental, consuelo: por ahí, en el computador de la casa, tengo guardados scripts facsimilares de Alan Moore que esperan por mi lectura. Los plagiaré, los plagiaré, los plagiaré, como he hecho con cada texto de calidad que ha caído en mis manos, pues yo soy el Campeón Mundial del Plagio, el Gran Zorzal Plagiario, aunque de poco sirva, puesto que soy sólo un androide, el último de mi tipo en el pasaje en que vivo, ese futuro desierto en que ni por nuestros gatos seremos llorados. Soy el androide más triste del barrio.
Aunque uno de mis testículos es mi CPU y puedo desconectarme en cualquier momento —soy algo así como un androide configurado también para el suicidio— no lo haré por hoy, ya que deseo seguir viendo cómo crecen las larvas de mi corazón imaginario y cómo mis plagios adquieren, a veces, la forma de poemas que parecen escritos por obra humana.
...three, two, one, zero...IGNITION!
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5 comentarios:
No seas tú mismo, sería lo mejor para todos.
ja ja ja.....moore is lesss(you)?
salud.
Hola, Pelao, què gusto reencontrarnos por acà. Vivan los locos de atar y de no atar, o sea, nosotros...
Un abrazo desde Chile
KR, El Perro de Tarkovski
Hola!
Ahora toy tratando de pegarme en tu blog y no dejar que ninguna corriente cybernetica me haga navegar por otras corrientes.
Me cayó super bien esta publicación, o como se diga. Esta sí, la otra, la primera, no mucho la verdad, pero no importa, esta sí! la pasé bien con tu depresión! ke terrible no? pero eso hacen uds los escritores, escriben lo que les da pena, pero lo hacen tan bonito que todos los demás lo pasamos rebien leyéndolos y hasta nos ponemos contentos.
Te mandé un mail sobre una wea en el consejo de la cultura. Se me olvido mandarte ese mail con los blog de mis amigos escritores-narradores-desconocidos que me caen bien tb como escriben. Ojalá te caigan bien a ti tb.
Saludos desde el cyber!
Gracias, Gaby, por tu visita. Y sí, tienes razón con lo de la depre cuando se sublima en escritura. Con las alegrías es distinto —no hay para qué escribirlas, basta con vivirlas.
Estamos a la vista.
KR, El Perro de Tarkovski
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